viernes, 7 de junio de 2013

Antimitomanía



A principio de los setentas, Daniel Serra y Luis Carlos Aguirre eran vecinos del barrio Parque Mattaldi de Bella Vista. Con 13 años pasaban el tiempo juntos en un grupo scout, y ya de adolescentes iban a recitales de rock. Pescado Rabioso, Aquelarre, Color Humano, B.A Rock, Arco Iris en el Colegio Jesús María de Bella Vista. También se juntaban a charlar, intercambiar lo que leían o escribían, y a escuchar música. Ponían el tocadiscos y se quedaban en silencio prestando atención a los detalles. "Nosotros éramos chicos rockeros, y escuchábamos un programa de radio que tenía Miguel Grinberg en lo que se llamaba Radio Municipal -relata Aguirre-. No había muchos programas de rock, casi que había uno o dos, y el de Grinberg se llamaba 'El Son Progresivo'. Un día se nos ocurrió mandarle una carta con poemas nuestros, y Miguel nos contestó. Primero mandándonos un boletín mimeografiado que él hacía, y después nos envió una encomienda con una buena cantidad de números de las revistas Eco Contemporáneo, y Contracultura". Así fue que conocieron a la generación beat, a Ernesto Cardenal, a Thomas Merton, el respeto por la naturaleza, y el movimiento pacifista. Para ellos era una prensa nueva, aunque Eco Contemporáneo se publicó de 1961 a 1969. "Eso fue como un virus, en el sentido que nos contagió, nos motivó a Luis y a mi a decir 'Bueno, hagamos una nosotros' - recuerda Daniel Serra- Y al poco tiempo empezamos con Antimitomanía". El nombre de la publicación surge de la lectura del manifiesto “Rock: música dura. La suicidada por la sociedad”, que se repartía en los recitales de Pescado Rabioso. Allí se menciona a la "mitomanía", o la manía de decir mentiras. "Antimitomania" nace entonces como una búsqueda de la verdad. No querían hacer periodismo tradicional, sino difundir ideas o situaciones propias. El primer número que editaron fue, "caprichosamente", el 0,3 (usualmente las revistas subte tenían un Nº 0 como presentación). Era una hoja fotoduplicada con poesías de Luis y de Daniel, y en la contratapa una poesía de Raúl Porchetto cedida por él mismo. Se hicieron unos mil ejemplares, que se entregaron en mano. "La mayoría los repartí con un compañero del secundario, a la entrada del recital que dió Joan Baez en Septiembre del 74, en el Luna Park", cuenta Daniel.
En el número uno, Miguel Grinberg escribe un texto llamado “El amanecer de los inocentes”. Con el permiso de Luis Alberto Spinetta, incluyen el manifiesto “Rock: música dura. La suicidada por la sociedad”. También un artículo del pintor Rubén Rey sobre el arte y su público, y traducciones de Bob Dylan. De este número también se hicieron unos 1000 ejemplares.

 Tapa del número uno


La revista no traía publicidad, se financiaba “a pulmón” con dinero de los primeros trabajos. "Si bien la vendíamos, se recuperaba la mitad de lo que te salía -explica Serra-. Cuando pegabas algún resto, estabas invirtiendo en la próxima. No era lo lucrativo el eje, el eje era el espíritu poético, la pasión poética". La publicación nunca pudo autofinanciarse. Los kioscos no la aceptaban, “no era vendible”. Este rechazo del sistema de distribución tradicional no afectó a la revista, que encontraría en el correo uno mucho más interesante y eficaz, junto a la venta en recitales y el intercambio en los parques.
Lo más emocionante era el contacto que se generaba con otras personas que también escribían y editaban. Todas las publicaciones traían un "direccionario" de revistas subte. La revista Pelo, y Expreso Imaginario después, eran los núcleos "oficiales" (el rock era el punto en común de la mayoría de los involucrados en la movida). Muchos lectores se convertían en editores o se acoplaban a una publicación. Escritores, poetas y editores de distintos lugares con los mismos deseos e intereses. Luis y Daniel disfrutaban el ritual de ir a la casilla de correo a buscar cartas y material de varios puntos del país y del planeta.

 A  la hora de imprimir las revistas, alternaban entre dos métodos comunes para la época: el más artesanal era el mimeógrafo, y después estaba la fotoduplicación (un intermedio entre la fotocopia y el offset). Hubo algunas incursiones en el offset, pero era más costoso. Al principio usaban cualquier mimeógrafo que pudieran conseguir. "Había un vecino que nos quería mucho, leía la revista y todo, pero él era policía -ríe Luis al recordar-. Y era un policía en el '74. Era muy raro un policía progre. Me acuerdo que una vuelta nos demorábamos con el número, y le dijimos 'lo que pasa es que no conseguimos mimeógrafo'. 'aaah, yo les consigo uno'. Nos encontramos con él, ¡y era una comisaría! Imprimimos un número en la comisaría. Otro que nos prestaba el mimeógrafo era Miguel Grinberg. Porque él trabajaba en la 20th Century Fox, y les usábamos el mimeógrafo. Hasta que Daniel se compró el suyo, y eso agilizó mucho el trabajo". Cuando usaban fotoduplicación, sabían que al tamaño del original se lo podía reducir hasta un 25%. Entonces en la diagramación usaban algunos centímetros extras, calculando que luego podían achicar todo, y así incluir más texto en cada página (un enfoque opuesto al actual, donde las revistas traen más imagen y menos texto). Las armaban con maquina de escribir, y luego agregaban dibujos y fotos que tuvieran mucho blanco y negro (los grises no salían). "Me acuerdo que llevábamos los originales a la calle Paraná, en Capital, porque era el único lugar donde la fotoduplicación era un poco más barata", recuerda Alberto Viola, colaborador de la revista.
 
Volante de presentación



      Sobre los miembros de la revista, Daniel Serra señala: "El dúo dinámico de este microemprendimiento siempre fuimos Luis Carlos Aguirre y el que te habla. Y después tuvimos un nutrido equipo de colaboradores, muy valioso. Como grupo editor hemos estado a los pocos años con Alberto Viola, a quien le perdí pisada, y Marcelo Marcolín, que estuvimos en contacto mucho tiempo hasta hace poco, que se fue de gira como decimos los titiriteros". Marcolín era de Berazategui, y luego de intercambiar cartas y revistas (había editado "IGNI", "Artemisa" y "Manifiesto"), y de varios encuentros en un bar de Retiro, se unió a Antimitomanía. "Era un tipo sencillo y muy sensible con unos padres maravillosos que toleraban nuestras 'invasiones' para un trabajo creativo intenso y, del que dudo, entendieran algo -recuerda Luis-. Su pasión poética, especialmente por los beatniks, le dio una poética propia que fue creciendo con los años. También una actitud vital y un compromiso muy intensos. Fue una especie de Keroac criollo y recorrió el país un poco en su Citroën otro poco en micro. Durante la dictadura sufrió una detención y torturas, debiendo exiliarse. Eso le permitió contactarse con los revolucionarios sandinistas en una experiencia de la que, lamentablemente ya no podremos tener testimonios". Daniel lo destaca como "un pionero de toda esta camada, que él mismo bautizó como la 'generación subte'." José Luis Luca, quién desde Mercedes editaba  "Vivir la Esencia", opina que "fue casi uno de los fundadores de Antimitomanía. Después uno de los que más escribió. Y si hubiera una poesía representativa de lo que sería subte, es él. Que no es algo académico. Hay gente que siguió progresando en la literatura, más profesional. A él no le interesaba, era más beatnik". Marcolin participó de las editoriales "La Cebra Dormida" y "El Ojo de la Ballena", a mediado de los ochentas fue miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Quilmes, y participó en innumerables publicaciones. Algunos de sus libros son: "Breves" (1976), "El fantasma y los otros" (1978), “La coronación del príncipe mudo” (1980), “Matecocido” (1984), “Siestas de Wincofón” (1999), y "Otros elefantes de regreso a la constelación de Orión" (2009), además de participar en varias antologías locales y extranjeras. Falleció de cáncer en septiembre del 2011.
Alberto Viola, de Castelar, se sumó a la revista en el número 7: "Fui a un recital de Joan Baez que dió en el Luna Park, y me dieron el primer número de Antimitomanía. Y como yo había escrito por mucho tiempo, me pareció genial que alguien pudiera publicar. En aquella época nadie tenía computadora ni impresora en su casa. Entonces me entusiasmé y me puse en contacto. En vez de asociarme con ellos, empecé a publicar mi propio 'pasquín' que se llamaba 'Escritos'. Y ellos dijeron 'Ah, mirá, éste ya está publicando'. Nos reunimos una vez en Retiro y ahí nos pusimos de acuerdo para hacer Antimitomanía, para que sea una cosa más grande. Luis y Daniel siempre me alentaron, siempre me dieron confianza". Alberto luego se distanciaría para ser tecladista del grupo "Geronda". 

Serra, Viola, Aguirre, Marcolín
 
  "En un momento éramos cuatro: Luis Aguirre, Marcelo Marcolin, Alberto Viola y yo -repasa Daniel-. Marcelo y Alberto comenzaron a editar por su cuenta, y entraron Guillermo Díaz y Gustavo Silva, que son los que siempre permanecieron. Gustavo apoyaba un montón con todo lo que era la diagramación, el diseño de la revista. Y también con poesías y dibujos, era muy creativo desde aquel entonces." Luis rescata que "era el hermano menor de mi primera mujer, y cuando lo conocí todavía estaba terminando la primaria. Y era un pibe muy creativo. Me acuerdo que había hecho una versión en historieta de la Odisea de Homero. Hizo una especie de secundario técnico con orientación artística, y ahí empezó con sus trabajos que siempre fueron de diseño gráfico, en la época que el diseño se hacia a pluma, no había Corel. El se integró y fue parte del equipo editor. Incluso la diagramación de los últimos números la hizo él. Y se nota. Le daba un color más profesional, integraba más. Nosotros hacíamos mucho collage". Actualmente Silva colabora con el proyecto editorial “Ediciones del Último Sábado”, de Daniel Serra.
Guillermo “Willy” Díaz era músico, poeta, fotógrafo y amigo del barrio. En Antimitomanía colaboraba con poemas y fotografías. Además tocaba la batería en Geronda. Daniel recuerda que también fue parte de otro de sus experimentos: "En un estudio casero que él tenía en su casa, hicimos tres programas con formato radial que llamamos 'Antimitomanía en cassette'. Entonces el lector nos enviaba las estampillas correspondientes al costo del envío, más el cassette". Agrega Carlos Aguirre sobre "Willy": "lo llamábamos El Eternauta, porque como era mayor que nosotros había participado de eventos y cosas de las que nosotros no. Vivía cerca de casa. Lo conocimos como músico. En esa faceta de su creatividad, organizamos muchas cosas juntos, recitales de música y poesía, compusimos temas juntos. Se integró al equipo editor de Antimitomanía y lo trajo a Turco Sar... Es uno de los amigos que más he querido y extraño su presencia. Murió en 1998 siendo muy joven todavía".
Además del grupo estable, muchos más participaban de la revista.  "Yo conozco la revista Antimitomania a través de Marcelo Marcolin, con quien empecé a mantener correspondencia en 1977 -comenta Alejandra Monsalvo-. Le dí a él unos poemas míos (yo tenia 15 años entonces) y los publica en el nº 8, en la sección Uvas Nuevas. Yo hacía en ese entonces junto a José Luis Luca una publicación muy modesta que se llamaba "Vivir la esencia", la cual enviábamos por correo a varias personas que la solicitaban. A mediados de 1979 se hace un encuentro de poesía y música en San Miguel. Después de ese encuentro, los directores de Antimitomania (ya sin Marcelo Marcolín ni Alberto Viola) deciden agrandar la revista con más páginas y colaboradores, y con una mejor tapa. Allí es cuando Luis me propone que yo me encargue de la sección Uvas Nuevas de poesía y a José Luis que colabore con notas (de él y de otros). Ellos recibían en su dirección poemas y yo también recibía (siempre a través del correo o por mano propia de algunos que los visitaban). Yo seleccionaba y tipeaba los poemas y se los enviaba por correo, luego ellos los recibían y los pegaban directamente para imprimir, según la diagramación. La revista era bimensual, así que se tenía tiempo para trabajar bien, todo se hacia artesanalmente. Antimitomania era una revista que tenia una buena tirada para ese momento (la cual era pagada enteramente del bolsillo de Luis y de Daniel, y que jamás recuperaban el costo porque casi no se vendía, se regalaba o se daba como canje), tenía una buena convocatoria, aglutinaba a distintos grupos de lectores, y era muy abierta".
Carlos Barbarito, poeta de Pergamino, también escribía en la revista: "No formé parte del staff de Antimitomanía, fui un colaborador permanente. O casi. Fue una de las primeras publicaciones que leí, hablo, claro, de revistas subterráneas y tanto Luis Aguirre como Daniel los primeros amigos en ese ámbito. A través de ellos, en gran parte, pude contactarme con muchas personas que editaban y participaban y tenían interés en asuntos poco y nada difundidos como la ecología o directamente mal vistos por los 'bien pensantes' como la música progresiva".
Sergio Bonzón de Pergamino, hacia la revista "Siesta" junto a su hermana Viviana y un grupo de amigos. También colaboraba en Antimitomanía como dibujante: "Para mi fue una de las mejores que se editó y me sentía muy orgulloso de que publicaran mis dibujos (yo  tendría 17 o 18 años) y estar al lado de otros dos grandes dibujantes y tremendas personas como Pancho Tarrío y Gustavo Silva. Siempre he sido fiel a lo que quiero hacer, en otras palabras yo hacía  los dibujos y ellos elegían cual poner. Hice una tapa, pero no recuerdo  muy bien si me lo pidieron especialmente para eso o lo decidieron  después. Ese respeto por el trabajo de uno es una de las cosas que he valorado". Sobre los dibujantes, Daniel rescata: "Cada uno tenía su personalidad. Por ahí Gustavo Silva tenía un vuelo más onírico, en algunos pasajes más surrealista. Y Pancho tenía un vuelo enorme, manejaba mucho el puntillismo. Que era no sé, de paciencia china. Horas y horas, tic tic tic, con el plumín. Y hacía imágenes grosísimas. Inclusive Miguel Grinberg en Mutantia, para toda una sección de poesía, tomó varios dibujos de Pancho." El Pancho a quien hacen referencia es Francisco Tarrio. Luis resalta que "fue de los amigos iniciales. Había comprado la revista en un recital y se puso en contacto con nosotros, porque vivía a pocas cuadras de nuestras casas en Bella Vista. En Paradecir puse un homenaje a Pancho cuando partió... allí, incluso hay testimonios de otros amigos de él. Fue un gran dibujante y fue músico (hacía percusión). Esencialmente era un gran tipo, muy generoso y abierto... fanático de Jethro...".

Tapa de Pancho Tarrio
  

  Se puede decir que la revista tuvo dos fases: Hasta el 79 se hacía de manera muy casera, principalmente con mimeógrafo. Miguel Grinberg la recuerda como "una de las publicaciones subte más poéticas de aquellos días”. A partir del Nº12 hubo un salto cualitativo, y fueron una publicación más profesional, tipo libro-revista. Cuenta Daniel sobre esta etapa. "Quisimos hacer una por estación (después se atrasaba y que se yo). Cada tres meses, más gorditas, llegamos a hacer revistas de 80 páginas. Dentro de lo que daba la fotoduplicación, muy bien diseñadas. Y no sólo un aumento cuantitativo en la cantidad de páginas y la calidad de impresión, sino también más cuidado en lo conceptual. Tomábamos un eje temático en cada revista. Por ejemplo en una fue la no-violencia, en otra las comunidades alternativas, el arte en la última. Había algunas notas que se escapaban, pero había predominio de un cierto tema enfocado de distintas formas. Esa fue un poco la segunda época". Ya estaban más grandes y sabían que no era simplemente sacar una nota a un músico o publicar algún poema, sino que había que profundizar sobre algunas cuestiones. "La primera etapa era mucho más inocente -detalla Luis-. En la segunda había ya una orientación ideológica. No era una orientación partidaria, porque incluso entre nosotros teníamos ideas distintas. Pero tenía toda una impronta ideológica de lo alternativo, de la necesidad de un cambio cultural profundo. Entonces se expresaba de distinta manera, con mucho más contenido. La primera época era más de búsqueda". Con las mejoras, también se alargaban los periodos entre número y número, a veces hasta 6 meses. En ese lapso, para mantener la comunicación con los lectores, enviaban boletines de 4 u 8 páginas. Más de la mitad se hacían llegar por correo, pero también de mano en mano y en recitales. Como la carta más barata era el "envío-impreso" (es decir, el mensaje impreso en el mismo sobre), algunos fueron hechos aprovechando el formato de postal desplegable. Los llamaron Noticartas.

Primér página de una Noticarta
 En 1975, Daniel estudiaba flauta traversa en el Centro “Estudio”. Su director era Osvaldo Piehl (pianista, director de la Orquesta Sinfónica de General Sarmiento), y era principalmente una escuela de música, pero con apertura hacia la escultura, la pintura, idiomas, etc. También abría sus puertas a exposiciones de arte y presentaciones de libros. Lo que buscaba era generar un espacio para la cultura en la zona. Entonces Daniel le llevó un ejemplar de la publicación, y le pidió prestadas las instalaciones para realizar un encuentro multidisciplinario. En esa primera ocasión hubo lectura de poesía de los miembros del staff y de otros poetas subte, una muestra de fotos de Ernesto Silva, se presentó un fragmento de la obra Ubú rey de Alfred Jarry,  y para finalizar, un recital a cargo de Piehl y sus alumnos más avanzados. A partir de esta primera experiencia, los encuentros anuales continuaron a lo largo de una década. Sobre la concurrencia, Daniel agrega: "Se fue generando una dinámica, donde venia mucha gente. A veces teníamos que hacer dos funciones, y a veces había poquita, 30 personas, no sé. Venía mucha gente de alrededor. De San Miguel venían 10, ponéle". Además del público, se presentaron poetas y editores subterráneos como Miguel Grinberg, Néstor Perlongher, Jorge Altamirano, Daniel Mourelle, Alberto Nigro, José Luis Luca, Viviana Bonzón, Carlos Barbarito, Rubén Vedovaldi, Alejandra Monsalvo, Beatriz López Osornio, Rita e Inés Maldonado, desde Chile se acercó Dagoberto Mayo Muñoz. También grupos musicales como Quum, Geronda, o Brujutrampa. Para los últimos dos encuentros, el Centro “Estudio” ya había cerrado, y pasaron a realizarse en el colegio Nacional de San Miguel.
"Cuando se hacia el encuentro en San Miguel, era una oportunidad para ver en persona a poetas y lectores que conocíamos sólo postalmente y compartir charlas y momentos con ellos -destaca Alejandra Monsalvo-. Eso era lo que mas me agradaba de esos encuentros, más aún que leer mis poemas. Más interesante fue escuchar a poetas de las provincias o de otros países que no conocíamos. Después de ese encuentro anual nos hospedábamos en algún lugar hasta el día siguiente, eso favorecía y mejoraba el contacto que teníamos entre nosotros, sobre todo para aquellos que vivían más lejos. Siempre recordá que yo era la persona en edad más chica de todas y que estamos hablando de que tenia entre 16 y 19 años en ese momento, o sea que era una adolescente."
"En todos hubo una gran comunicación, debates, lectura de poemas, música y hasta algún  fulbito. Intercambio de revistas e ideas -asegura Sergio Bonzón-. Yo lo vivía casi como una  ceremonia, o más bien una fiesta. Imaginate, 18 años, venía de  Pergamino, donde éramos pocos los que transitábamos esa senda, y me  encontraba con gente de todo el país que estaba en la misma. Claro que había una noción de lo que pasaba, nos conectábamos por correo (guardo muchas cartas de esa época, reliquias ya. -dato: la mayoría me llegaban abiertas....) y estaba el Expreso Imaginario que, como prensa oficial,  fue un gran difusor de nuestro trabajo y funcionó como nexo entre varios".
"A Antimitomanía la recuerdo como una de las precursoras, de las más importantes y por suerte sigo en contacto con sus editores, como lo estaba con Marcelo Marcolín antes de que partiera -cuenta Viviana Bonzón-:  A los encuentros íbamos con Sergio(Bonzón), éramos invitados como "Siesta". En uno se hizo un evento en el que se exponían todas las revistas que llevamos y alguien hizo toda una interpretación política-ideológica del nombre de la revista y otros (o la misma persona), toda una lectura compleja del logo (el hombrecito con la cola). Si que la pasábamos bárbaro en los encuentros, abría Miguel Grinberg, leíamos poemas y después la mayoría hacíamos jornada de convivencia, donde charlábamos mucho de poesía, cantábamos, nos hacíamos amigos/as y nos reíamos mucho".
Lamentablemente, entre la asistencia los habitantes de General Sarmiento eran minoría.
Jornada de Convivencia organizada por Antimitomanía
Se les ocurrió formar un grupo de reflexión en la zona, para juntarse entre pares y gente más joven, y compartir información e investigar sobre distintos temas. Osvaldo Piehl les permitió usar el Centro “Estudio” como lugar de reuniones. Lo denominaron Grupo Alternativo de Trabajo Antimitomanía (G.A.T.A.). Se generaban debates sobre diversos temas como el pacifismo, la ecología (que todavía no se sabia bien que era), la no-violencia, entre otros. Estaban comprometidos con el catolicismo, pero desde una óptica diferente a la iglesia oficial. Les interesaba la teología de la liberación, la predica del obispo Hélder Câmara, de Thomas Merton. Sobre estas lecturas, Aguirre puntualiza: "Leíamos a Marcuse, Miguel Grinberg, los anarquistas, pero también los pensadores cristianos progresistas de entonces, como Paulo Freire o Ivan Ilich". Por su parte, Daniel se ríe al recordar: "Nos juntábamos 7 u 8 delirantes de la época, hombres y mujeres, a ver como cambiábamos el mundo. Inquietudes muy de la época. Pero era con más gente de acá, era todo un esfuerzo en alfabetizarlas en lo que significaba lo contracultural. No había un supersapiente entre nosotros, éramos nosotros mismos con un poquitito más de lectura que el resto. Habíamos leído 10 libros más, escuchado un poquito más como venía toda esta mano, y se acabó. Un grupo de pares prácticamente. Éramos muy autogestivos". Entre los que se acercaron para saber que era la contracultura, estaban una chica de 15 años de un colegio católico, y un chico de 7 años. Proyecciones de Chaplin en un hogar de niños, y una exposición de revistas subte de la época, fueron algunas de sus actividades. La experiencia duró dos años aproximadamente, pero no tuvo el desarrollo que hubieran querido.

Mediante "Ediciones Antimitomanía" editaban libros de poesía, propios o de amigos. Entre ellos están "El Fantasma y Los Otros" de Marcelo Marcolin, "Etapas I" y "Etapas II" de Alberto Viola, "Apuntes en la Tierra" de Luis Carlos Aguirre, "Reflejo Nocturno" de Gustavo Silva, "Pleamar" de Guillermo Díaz, "Un Gato Suicida" de Alejandro Salguero, "Collage de Cinco" de Beatriz López Osornio, y la única obra editada de Daniel Sierra, "Canto al porvenir" (9 poemas, uno por cada mes de gestación de su futura hija). También editarían la antología "Uvas Nuevas".


El U/APS (Underground/Alternative Press Syndicate) era una red de publicaciones contraculturales formada en Estados Unidos en el año 1966. Eco Contemporáneo, la revista de Miguel Grinberg, formó parte desde sus inicios. No era un sindicato en el sentido gremial, sino que era un punto de contacto de gente con ideas similares. La intención era darle un mínimo sustento estructural a todo el movimiento de revistas y periódicos alternativos mundiales. Se armaba un direccionario, dividido en cuatro regiones (aproximadamente una por continente). Cada región tenía una central, a donde se dirigía el material, y desde allí se repartía. Esto permitía la vinculación de revistas alternativas de todo el planeta. Y con sólo citar la fuente, se podía reproducir material de otras publicaciones participantes. En Mayo de 1973, Miguel Grinberg organiza la red en la región: "Ante la edición creciente de publicaciones rockeras argentinas en mimeógrafo o multicopiadas en rotaprint, debutamos con la edición de una revista cooperativa hecha por los asistentes a reuniones de músicos y público de rock los domingos en el Parque Centenario, que promoví desde mi programa El Son Progresivo, por Radio Municipal de Buenos Aires. Se tituló PARQUE, a secas. Y bajo el influjo de esa movida fundé la rama indoamericana del sindicato: Indo/UAPS, que sobrevivió clandestinamente al golpe militar de 1976. Año en el que comenzó a publicarse Expreso Imaginario, cuya sección de lectores fue punto de contacto de la persistente tribu subterránea, aunque esa revista no fue parte del Indo/UAPS, que se diluyó hacia 1980." Antimitomania también se unió a la red, y se conectó con unos 25 países, si bien ya venían intercambiando con gente del exterior. "Había contacto con poetas de Brasil, de Uruguay, de Chile, de USA (tuvimos mucho intercambio con Teresinka Pereira, una escritora brasileña que trabajaba en la Universidad de Boulder en Colorado)... ¡Con Grecia!, recibimos una publicación de la que jamás supimos qué decía -se ríe Luis-. Lo llamativo es que nos confundían en el exterior con una publicación anarquista... tal vez por el nombre un tanto rebuscado, no sé. Igual el intercambio fue muy fructífero, en tiempos en que toda comunicación era por correo postal, con peligro de intervención de los servicios de inteligencia... ". Por suerte, en ese momento el correo era más económico. 

Programa de un encuentro organizado junto al grupo Quum
 Durante la dictadura, si bien a los miembros de la revista los detenían en la calle para revisarlos, nunca llegaron a censurarlos por lo que publicaban. Adherían al movimiento contracultural que se estaba dando alrededor del mundo, pero no formaban parte de ningún partido político. En todo caso, por precaución, tenían cuidado con algunas palabras. Una nota de Aldo Pellegrini sobre la "acción subversiva de la poesía", tuvo que ser cambiada a la "acción de la poesía". También se redujo la distribución, ya que no podían ir a la puerta de los recitales a venderlas. "Uno se asustaba, pero también era un poco inconsciente -admite Luis-. Dejé en la biblioteca el Manifiesto Comunista al lado de la Biblia. Si vienen a mirar yo les digo: 'yo leo de todo'. Me hubieran reventado. Uno era muy inocente, creía que los tipos tenían algún vestigio de justicia. Y no es cierto, no lo tenían."
En la primavera del 79, junto al encuentro anual, se organizaron unas jornadas de convivencia que duraron viernes, sábado y domingo. Daniel logra que le presten un seminario atrás del colegio Máximo. El contacto se dá por un ex-cura vinculado con el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, un teólogo destacado que ya estaba alejado del clero y se había casado con una monja. "Veo a un compañero de él, le hago el planteo: que no era un retiro ni algo confesional, que nos íbamos a juntar poetas y editores. Que por ahí católicos había dos o tres, los demás eran de otro palo, ateos o anarquistas, toda la fauna de la época. Y el tipo con mucha apertura me aclaró 'reviente acá no', igual nadie de nosotros estaba en ese palo. Respetando dos o tres reglas, no hacer quilombo a la noche porque estaba una familia de caseros. Y 'tuc', me dió llave en mano, de palabra. Increíble. Y tuve una infraestructura de aquellas para albergar a unos 40 poetas, que hasta habían venido del interior. Estamos hablando del 79, pleno pico de la dictadura. Y que de repente se junten unos pendejos así. Observadores, 'service de heladeras' hubo siempre, más vale que estaban re contra informados, y estábamos re contra marcados". Unos veinte años después, revisando fotos con algunos de los que estuvieron presentes, notaron una persona sospechosa, de anteojos negros a la que nadie conocía. Luego se enterarían que estaban catalogados por la policía como “pacifistas de izquierda”, y por lo tanto, no los consideraban peligrosos. 
Foto grupal en la jornada de convivencia
En Antimitomanía no se identificaban plenamente con ningún movimiento político, lo que les trajo discusiones con gente de la izquierda. No les interesaba el capitalismo, tampoco el régimen comunista. Querían abrir la cabeza de la gente, en una sociedad cerrada. "Estar carente de ideología, de enfoque político, es imposible, aún aquellos que se dicen apolíticos -señala Daniel-. En todo caso tenia más que ver con lo que se denominaba la contracultura. Que no obedecía a un partido político, pero sí a una rebelión juvenil que coincidió en otras latitudes del planeta". José Luis Luca dá un ejemplo: "Nos encontrábamos con Marcolin y hablábamos del Blues de Cris. El podía ser marxista y yo no, pero era el Blues de Cris el que nos unía". Se sentían la segunda generación de algo que había empezado en los sesentas. Les preocupaba la cuestión latinoamericana, la guerra. Recién salían de la secundaria con Isabelita, o con el proceso. Les tocaba el servicio militar. Siendo pacifistas, tenían discusiones con amigos que estaban a favor de la lucha armada. Amigos que después no volverían a ver. Estaban rodeados por la represión, en varios niveles y formas. La droga era un escapismo de ricos, pero lentamente llegaba a la juventud. No era sólo poesía y rock lo que querían plantear, había mucho más. Pero el movimiento juvenil no tenía una dirección definida, y con la llegada de la dictadura, se dispersan o son "desaparecidos".

Programa del último encuentro (Tapa de Gustavo Silva)
Antimitomania se editó desde 1974 hasta 1984. El final de la dictadura era una esperanza en ese momento, la cultura se democratizaría supuestamente. "Cumplimos 10 años, y de muy buena leche entre nosotros resolvimos hacer un 'stop' -aclara Daniel-. Como que la misma dinámica nos llevaba ya a otro tipo de producción. Tal vez meter la revista en los quiscos, u otro formato, no sé. Ya no nos daba para seguir en la misma de la fotoduplicación. Y además, atravesamos desde el periodo final de la AAA, todo el proceso, y el primer año de democracia. Cumplimos un ciclo que no fue poco, porque 10 años es una bocha para un grupo humano". Con la salida del número 18, organizaron un último encuentro como despedida. Fue en el salón de actos del colegio Nacional de San Miguel, un teatro como para 100 personas. "Fue muy emotivo -reconoce Luis-. Estuvieron muchos amigos de siempre como Rubén Vedovaldi, Grinberg, Mónica Maristain... Guillermo Díaz con un grupo de amigos tocaron su música... todavía me emociono al recordarlo. Era necesario dar un punto final a una etapa muy creativa. Pero venían nuevos tiempos, de libertad, de creación desde cero de una sociedad que, lamentablemente, no pudimos concretar... Pero estamos a tiempo, la harán los muchachos y las muchachas que, con total espontaneidad, se están atreviendo a crear una humanidad que, no dudo, será más humana o desaparecerá."

 
Programa del último encuentro (1ra página)
 Luego de Antimitomanía, a la par que continuaba su desarrollo como poeta, Daniel Serra empezó con Marcelo Fernández y Gabriela D'Amante el grupo de títeres "Voces y Manos" en 1989. Su primera obra, "El Oso", con texto y dirección de Serra, estaba basada en la canción homónima de Moris. Luego con José Delfino hicieron una versión de "El Panadero y el Diablo" de José Villafañe, donde el panadero era interpretado por Daniel y el diablo era un títere con su rostro. Ya como solista realizó varios espectáculos, siendo "Ligero de Equipaje" el que se mantiene estable hasta la actualidad. En 1989, mientras dictaba un taller de títeres, una de sus alumnas le acerca un recorte sobre la recién nacida cooperativa "La Calle de los Títeres". Se acercó en ese momento para participar de manera activa, y este año fue elegido vicepresidente de la misma. Desde hace tres años, Serra también produce un espacio de poesía en el programa "Rock que me hiciste bien", de Daniel Grinberg, los últimos sábados de cada mes. Con los poetas convocados al programa, Daniel ha editado dos antologías: "Poesía y Poetizar ", Vol.1 y Vol.2. El primer volumen trae la participación de Luis Alberto Spinetta con poemas inéditos, y el dibujo de tapa. También poemas de Santiago Spinetta, su padre. En el Volumen 2, entre varios poetas, está la participación de Víctor Heredia. A través de Ediciones del Último Sábado, Daniel planea la postergada edición de sus propios poemas.

Luis C. Aguirre por su parte, editó en 1986 una revista de poesía llamada "Marzo (poemas en el tiempo)", de la que salieron tres números. Entre 1989 y 1994 realizó un programa de radio llamado Nochenautas, junto a Héctor Suárez, en el que llevaban invitados y compartían música. Fueron premiados dos veces por la Asociación de Oyentes "Sin Anestesia". En 1993, Luis fue electo concejal por la UCR, y no pudo continuar con el programa. En 2003, editó en formato plegable una selección de poemas de su libro inédito "Poemas sin Dios": "Son poemas escritos a partir de mi crisis personal con Ese Ser y con lo que su Presencia hace en la vida de uno". Para sacar sus propias plaquetas (o plegables) creó Ediciones "La Pelusa", "porque se financiaba con 'la pelusa' que iba quedando en los bolsillos". En el 2004 edita otro libro de poemas, "Rondar por los andenes (o diario de un excluido)": "Es una serie de poemas escritos durante el tiempo en que estuve sin trabajo... rondando por los andenes, esperando un tren con la fantasía de sumergirme a su paso... nunca tuve la valentía. Tal vez esa cobardía haya permitido que siga disfrutando a mis hijos, a quienes les debo todo." Actualmente lleva adelante "Paradecir", una publicación virtual que difunde poetas que se mueven fuera del circuito editorial tradicional. De este material también existen algunas ediciones impresas en formato plegable.

En estos días, Luis está digitalizando todos los números de la publicación y subiéndolos al blog de Antimitomania. Mientras, Daniel prepara la reedición de todos los números en un libro que será lanzado por Ediciones del Último Sábado.

En el siguiente link pueden descargar del Nº0,3 al 12:
http://www.mediafire.com/download/szpysytgdcn6tef/ANTIMITOMANIA_0_al_12.zip